La Anunciación
- albian44
- 13 feb 2024
- 4 Min. de lectura
(Aland Bisso Andrade)
María aceptó la sagrada misión. Sumisa y henchida de fe, compartió su alegría con José. Ambos asumieron con valor y entereza la llegada del Mesías, el hijo de Dios.
Cada noche salían a contemplar el firmamento con palabras de alabanza. Estaban seguros de que el Eterno los observaba desde alguna estrella. A Él se dirigían y adoraban. Pasaron los meses y María notó que su abdomen era un poco más grande que el de otras mujeres embarazadas con el mismo tiempo de gestación. Cierta noche le hizo un comentario a José al respecto. “Será un niño grande y fuerte”, contestó él.
En aquel tiempo, Quirinio, gobernador de Siria, debía cumplir la orden de censo dictada por el emperador romano Augusto. José pertenecía a la familia del rey David, pero como vivía en Nazaret debía viajar hasta Belén para ser registrado. Una larga travesía de 130 kilómetros a través de las tierras montañosas de Samaria.
Una doble ocultación de Júpiter tras la Luna originó un fenómeno interpretado como “una estrella al este de Aries”. Signo inequívoco de la predicción astrológica del nacimiento de un nuevo rey. Bajo ese cielo, tres reyes magos guiados por esa estrella, viajaron desde Judea para ir a su encuentro.
La jornada fue larga. María necesitaba descansar. José no encontró posada alguna y eligió un establo. Al final de la tarde se inició el trabajo de parto y José fue prolífico en su atención. Nació un varón y luego apareció una niña. En la “Anunciación”, el ángel Gabriel le había dicho a María que concebiría un hijo de Dios, no dos. Ambos padres se miraron incrédulos, preocupados, pero también felices.
Los reyes magos llegaron al establo. Adoraron al varón y dejaron sus regalos de oro, incienso y mirra. Compartieron pan y leche de cabra. Después durmieron y descansaron sus camellos para reanudar la jornada al día siguiente.
Herodes, preocupado por el advenimiento del nuevo rey de los judíos, había ordenado el asesinato de los niños menores de dos años. Demasiado tarde. Esa misma noche, José fue advertido por un ángel durante el sueño: “Levántate y huye a Egipto con el niño y su madre porque Herodes buscará al niño para matarlo”. Al despertar, José les contó el sueño a los visitantes. Una decisión debía ser tomada. Los reyes de oriente coincidieron en que el ángel del sueño había sido claro: “Huye con el niño…”. Excluía a la niña. Además, en las condiciones de posparto de María sería difícil huir con ambas criaturas. Ellos se hicieron cargo. Tomaron rumbos diferentes. Los magos cargaron una buena ración de leche y se llevaron la recién nacida bajo juramento de velar por ella y devolverla algún día a sus padres. María y José huyeron de prisa.
La Biblia, y otras fuentes, señalan que Jesús sólo tuvo hermanos varones. La Iglesia nunca creyó conveniente investigar la veracidad de la carta que Baltasar escribió muchos años después contando lo sucedido. La consideraron apócrifa, la ocultaron. Nunca se supo si la niña fue llevada alguna vez a Nazaret y devuelta a sus padres. Entre todas las mujeres que siguieron a Jesús por su viacrucis al Gólgota, hubo una que destacó más. Hay pictogramas de la época que así lo señalan. En Jerusalén se halló un grabado del siglo I d.C. que representa a una madre contemplando a dos bebés pequeños, uno en cada brazo. En el fondo del grabado, hay una estrella rutilante y a los pies de la madre se ven restos de incienso y un platillo con una sustancia resinosa que en la antigüedad se conocía como mirra. Un derrumbe en el sótano del antiguo Monasterio de San Millán de Suso, construido en el siglo VI en España, permitió descubrir un fragmento de papiro (atribuido a Santiago el Mayor, un hermano del Apóstol Juan) donde cuenta que María, en forma discreta, paseaba con una niña que nunca se pudo identificar con precisión.
Un historiador florentino declaró que la imagen femenina que aparece en “La Última Cena” de Leonardo da Vinci, es la desconocida hermana melliza de Jesús y no María Magdalena, como muchos sostienen. Sin embargo, debido a que María Magdalena guardó una estrecha relación con Jesús y los apóstoles, además de ser testigo ocular privilegiada de la aparición de Cristo resucitado, fue considerada como la auténtica hermana también nacida en Belén y la misma que aparece en la pintura de Leonardo. Los Caballeros Templarios conocían el secreto de la sangre real que compartían Cristo y María Magdalena (Santo Grial o sangreal) y lo guardaron celosamente durante muchos años hasta que el Papa Clemente V, persuadido por el Rey Felipe IV de Francia, los acusó de herejes y blasfemos, y los eliminó un viernes 13 de octubre de 1307 en un operativo militar sin precedentes.
En 1967, el español Joaquin Mirrara, un estudioso de la escritura documental de Castilla y León del siglo XIII, descubrió un folio anónimo donde se decía que Godofredo de Bouillón, caballero y líder militar de la primera cruzada para liberar a Jerusalén del poder de los turcos, ocultó criptogramas y códices escritos en arameo que develaban los secretos del nacimiento y vida de Jesús. Desgraciadamente, el joven cruzado murió repentinamente pocos meses antes de alcanzar los 40 años y se llevó el secreto a la tumba.
Hace un par de años, en una charla de café, el prolífico investigador francés Pierre Claude me comentó que, hoy en día, ya la Iglesia no tendría ningún conflicto en admitir el lazo sanguíneo de María Magdalena con Jesús. Y que, no en vano, en el 2016 el Papa Francisco la había nombrado “Apóstol de los Apóstoles”, un justo reconocimiento para una figura a quien la tradición popular —y hasta la misma Iglesia— había mancillado su imagen durante muchos siglos. Después el francés hizo una pausa para encender un cigarrillo y con la primera voluta redondeó la conversación: “Algunas pinturas antiguas, donde aparece la María con dos niños de casi la misma edad, tal vez trataban de develar el misterio de los mellizos, pero a fin de evitar conflictos con la Iglesia algunas fueron presentadas como una recreación del Niño Jesús junto a San Juan Bautista niño, tal como la que pintó Lucas Cranach, El Vejo, en el siglo XV".
(Cuento publicado en la Revista MÁSKARA, N°22 , enero del 2024).
Comments